Cuando sentimos emociones intensas cómo tristeza, enojo o felicidad, el cuerpo libera hormonas que hacen que el tamaño de nuestra pupila sea más grande, provocando que el color de los ojos sea más vibrante.
De esta forma, cuando lloramos los ojos se vuelven más rojizos y contrastan con el color del iris, esto hace que parezcan más brillantes y más iluminados.